Tía Nélida
Nélida se sentaba
bien derecha en la silla, la espalda pegadita al respaldo, las manos encimadas
sobre de la mesa, y a veces las ponía arriba de la cartera apoyada en su
regazo; las piernas siempre muy juntas, como soldadas, casi ni se movía, cada
tanto hacía una sonrisita de cortesía por algún comentario y cuando le ofrecían
algo se limitaba a contestar con un sí gracias o un no gracias. La cosa es que
no hablaba mucho, mi viejo los invitaba con un whisky y a veces Nélida se
servía otra medida cuando mi papá y mi tío estaban distraídos o se levantaban
para ir al baño. Nélida me miraba y me hacía una mueca de complicidad, como si
estuviera haciendo una travesura; me decía “Alejandrito” y a mí no me gustaba,
yo era “Ale” para todos. Al whisky Lo tomaba solo sin hielo y se lo terminaba
bastante rápido, cuando quedaba poco en la copa se lo mandaba de un trago con
un golpe seco de nuca hacia el vacío, como en las películas de cowboy; la forma
de tomar no iba de acuerdo con la imagen que uno percibía de ella, pero nunca
vi que se tomara más que dos, nunca mucho más que eso. No se quedaban a comer,
ni nada, pasaban sólo de visita. A veces cuando venían y mi vieja no estaba,
Nélida (como no se metía en las conversaciones de los hombres), para no
aburrirse, le pedía un mazo de cartas a mi viejo y se ponía a jugar un
solitario mientras ellos hablaban, mi viejo y mi tío a veces conversaban en el
patio, caminaban; mi papá le mostraba cosas de la casa. Entonces Nélida se
quedaba en la mesa terminando el whisky y jugaba sola. Yo la miraba porque me
sorprendía la ductilidad que tenía en las manos para manejar las cartas, una
velocidad terrible para mezclarlas, hacía el acordeón, cortaba con una mano,
una habilidad impresionante, no sé si no practicaba alguna técnica de barajas
mientras jugaba.
Quedó viuda
enseguida, mi tío murió de repente por un infarto, y a partir de ese momento no
supimos más nada de ella. Tampoco en casa se habló más de Nélida, solo algún
comentario tipo “que será de la vida de Nélida” que mi vieja o mi viejo tiraban
en medio de la cena, pero sólo eso, así como al pasar nomás.
Pasaron los años, no
sé cuántos, pero muchos, y una noche se armó una peña del laburo en un club de
esos de barrio, que quedaba en la otra punta, entre el campo y la ciudad,
lejos, re lejos. Son los clubes sociales que le dicen, de bochas, de mesas de
truco y Gancia, donde hay algún billar medio abandonado también. Yo nunca iba
porque se quedaban hasta tarde, discutiendo de cualquier cosa, en esas mesas
donde todos son genios, mesas multitemáticas que tienen la solución para todo:
gritan, se ríen fuerte, un quilombo. A mí esas charlas me aburren, pero esta
vez fui porque asaban un cordero y hacía mucho que no comía unas costillitas
doradas a las brasas con chimichurri o con alguna salsa criolla.
Estábamos trenzados
en una discusión de fútbol, como siempre a los gritos, y de golpe vemos luces
azules intermitentes a través de los vidrios de las ventanas, se bajó un poco
el tono pero la discusión siguió; era como que a nadie le sorprendía que
entraran dos canas al club, los tipos nos saludaron, pasaron derecho hacia el
fondo y se metieron por una puertita.
-¿Y estos? -Le digo
al Ruso Julián, - ¿vienen para manguear o para ir al baño?
Ni necesitó
contestarme el Ruso, porque al toque
sale una vieja por la misma puertita enojadísima con un cana de cada lado, pero
no se la llevaban detenida, sino que ella los iba arriando y reprochándoles de
todo a los milicos que caminaban con la cabeza gacha hacia la salida, la vieja
los iba recontracagando a pedos.
Los otros seguían
con la discusión de fútbol, pero yo le prestaba atención a la mujer ésta y a
los canas, me interesaba saber qué les decía con tanta vehemencia.
-¡Son pelotudo
ustedes!, ¡son pelotudo!, -decía pelotudo en singular y ustedes en plural, -¡a
qué mierda vienen!, ¡a qué mierda vienen!, a avisarme qué… Sí, ya sé, ya sé,
díganle al otro boludo que mañana paso, y déjense de romper las pelotas, ya les
tengo dicho que no vengan más, o no se dan cuenta que espantan a la gente y si
no viene gente nos quedamos sin negocio…. Vayan, vayan, -terminó diciendo la
vieja antes de cerrar de un portazo. Los observó unos segundos, refunfuñando
por lo bajo, hasta que se aseguró que el patrullero arrancó y volvió a paso
lento para adentro.
Nadie dio pelota a
los gritos de la vieja, parece que eran habituales estas escenas acá.
Cuando volvía, pude
observarla bien, la verdad era un esperpento, en realidad el paso era lento
porque se ve que le costaba caminar, arrastraba los pies, totalmente
desalineada, muy desarreglada, flaca, arrugada, la postura inclinada hacia
adelante provocaba que algunos pelos le caigan sobre la cara, el resto seguían
atados más o menos en lo que parecía una colita desmechada, asomaban también
las raíces blancas de varios meses sin tintura. Se veía a las claras que los
años se la llevaron puesta a esta mujer. No se sacó el cigarro de la boca ni
aun puteando a los canas, estaba mal vestida, con ropa gastada y de mala
calidad, y el sobretodo que llevaba le quedaba grande, para mí no era de ella,
ni miré si tenía zapatos o zapatillas, porque ahí nomás levantó la vista y me
dio vergüenza seguir observándola como a un aparecido. Me saludó al pasar con
un imperceptible movimiento de cabeza, solamente a mí, que era el único que la
miraba, y le pidió algo al cantinero. Quedó ahí la vieja, de espaldas a
nosotros, pero cuando la vi de frente me recordó a alguien, no sé por qué me
recordaba a alguien, empecé a pensar que podría ser tal vez la madre de algún
conocido, de una amiga o un amigo, ¿pero de donde la voy a conocer?, me
preguntaba, pobre vieja, encima parece que la cana la estaba desalojando de ese
cuartito de atrás, andá a saber cómo viviría ahí.
-Se la banca la
veterana, ¿eh?, ¡mamita!, como se les plantó y los echó a la mierda a los
canas,- comento en voz baja para que no me escuche. -¿Quién es?, ¿la cocinera?
-Se me ocurrió preguntarle al Ruso que lo tenía al lado, por curiosidad nomás.
-Nooo, me dice el
Ruso, jaja, ¿qué cocinera?, es la vieja que organiza el juego. Allá atrás,
pasando la puerta se juega fuerte, se juega de verdad, mucha guita corre, pero
mucha, dados, póker, ruleta, no viste esos paisanos que entran apurados, ni
saludan y pasan derecho al fondo, bueno, esos van a jugar. ¡Sabés la guita que
corre ahí!, por eso viene la cana, porque tienen que arreglar, si no, cómo
hacen. Y la vieja ésta es la que arma, no sabés lo que es para los números,
bravísima la vieja, la vieja Nely le dicen todos, creo que se llama Nélida.
-¡Nélida!, ¡Tía
Nélida!-exclamé en absoluto silencio, dentro de mi cabeza llevando la vista
hacia la barra donde la veía de espaldas. -¿Será tía Nélida esa vieja? -Me
seguía preguntando a mí mismo. -No, pero no puede ser Nélida… si es, está
irreconocible… Pero sí, es la tía Nélida, -me reafirmaba y autoconvencía. -Con
razón se activó algún recuerdo cuando la vi de frente ¡Pero mirá donde vengo a
encontrar a tía Nélida!, le tengo que preguntar, no puedo creer que sea la tía.
-Mi cabeza era un silencioso y velocísimo collage de pegar y despegar imágenes
antiguas.
Me paré como para ir
al baño, me acerqué a la barra y me puse al lado. La observé unos segundos y me
animé a preguntarle
-Disculpe…,
disculpáme, -no sabía cómo decirle. -Sí? -Me dice la vieja sin mirarme.
-Usted…, vos ¿sos Nélida, la tía Nélida?
Se sacó el pucho de
la boca, me miró con los ojos entrecerrados como para enfocarme y no me dijo
nada, ni que sí, ni que no, no me preguntó quién era, creo que no le hizo
falta, vi que su rostro ensayaba un gesto de felicidad pero con un dejo de
tristeza a la vez, se le llenaron los ojos de lágrimas, me miraba como
interrogando pero no me decía nada, y yo de verla nomás, también sentía los
ojos húmedos, vidriosos, me emocionaba su auténtica emoción.
-Yo soy Alejandro,
el hijo de Clarita y de Mario, vos ibas a mi casa con el tío Julio.
-Sí, Alejandrito,
sí, Alejandrito, claro, -me dijo ya con las lágrimas a punto de caerle por las
mejillas. Se me acercó, me agarró las manos entre las suyas temblorosas: -Claro
que me acuerdo querido, claro que me acuerdo, cómo no me voy a acordar. -Y
atinó a sonreír apenas un poquito.
De vieja me puse
llorona viste, -me dijo mientras se secaba con las manos las gotitas que le
corrían por la cara. -¿Cuántos años han pasado nene?, me da de llorar, pero
sabés por qué lloro, porque es la primera vez en muchos años que me encuentro
con alguien de la familia digamos, y también lloro porque me da un poco de pena
que me veas así, yo antes me cuidaba mucho. Bueno, vos me has visto, y me
encontrás así, ahora, tan desarreglada, tan deshecha, me fue un poco mal en la
vida, viste. Después de que murió tu tío me quedé sin nada, pero sin nada,
nada, no nos habíamos casado nosotros y todo fue más difícil con los papeles.
En ese entonces no tenía ni idea si tenía que cobrar algo, me junté con unos
manguitos, unos ahorros que había, poquito, pero me agarró un abogado vivo, me
prometió gestionarme una pensión y me estafó, quedé en la calle, nene, no tenía
a quién recurrir, todos me dieron la espalda y bueno, me tuve que hacer en la
calle, de grande, limpiando, durmiendo en cualquier lado, hasta debajo de algún
toldo nomás, después viviendo en piecitas, mudándome y rodando por todos lados;
hasta que caí acá, en este club. Tengo un cuartito atrás, les cuido, les limpio
algo, y me hago unos pesos con el juego, no vivo bien pero me alcanza y me hago
respetar, eso sí, y qué sé yo, dentro de todo… Lo que pasa nene es que cuando
te va mal es cuando más fuerte tenés que estar, viste, eso lo fui aprendiendo
en la calle, yo era muy tímida, tenía muchos miedos, me angustiaba estar así,
pero bueno me sobrepuse, me hice brava, me fortalecí, porque tenía que
conseguir los morlacos para comer, porque el hambre te quiebra ¿sabés? Porque
no me quería morir tirada por ahí dando lástima, porque cuando llega el momento
de pelear con la vida tenés que estar fuerte, a la vida hay que agarrarla con
fuerza y retenerla, que no se te vaya, porque la vida no pelea con los débiles,
a los débiles la vida no les da pelea, se las tiene ganada de entrada, de
antemano, por eso hay que ser fuerte y yo me planto y le doy pelea y la sigo
bancando como puedo, ¿entendés?
Me iba a decir algo
más, pero le gritan desde el fondo, la llaman, se tiene que ir.
-Bueno, me voy a
tener que ir para adentro, Alejandrito, sino los paisanos me pasan como alambre
caído con las fichas. Chau querido, Chau nene, saludos, vení a visitarme cuando
quieras, yo estoy siempre acá. -Me dio un beso y se fue.
-Chau Nélida,
suerte, -le dije mientras la veía irse despacito por la puerta del fondo. Se me
hizo un nudo en la garganta, casi que se me caen las lágrimas, me quedé un
ratito pensando y me fui prometiéndome volver a verla y, si podía, tratar de
ayudarla.
Pasó un tiempo, y
una noche que andaba cerca pasé por el club, pregunté por ella pero nadie sabía
nada. Me llegó un rumor que podría estar internada, así que me fui hasta el
hospital municipal a ver cómo estaba, me imaginé que podría estar ahí. En la
mesa de entradas no tenían datos, no había ninguna de nombre Nélida internada,
de ahí me mandaron a averiguar al 3er. piso por si alguien sabía, pero parece
que ya le habían dado el alta. Me di cuenta que había estado por el comentario
de una enfermera bastante agreta: “esa vieja tramposa ya se fue”. Y ahí nomás
me enteré por las mucamas que a las del turno noche les había pegado una felpeada
terrible jugando a la conga, parece que las cagó a barajazos y una de las
enfermeras perdió casi todo el sueldo con Nélida.
A la semana volví al
club, pero de Nélida otra vez ni noticias.
No volvió más. -Me
dijo Don Chicho, el cantinero. -Igual antes de irse pagó todo lo que debía y
encima me dejó propina-. Y se reía mientras pasaba el trapo rejilla por el
mostrador.
Después me enteré
por el Ruso que la andaban buscando varios a Nélida, hasta el comisario, porque
parece que se había juntado un pozo impresionante una noche y por falta de
tiempo el juego quedó para el otro día y ese otro día desaparecieron Nélida y
el pozo. También me contaron otros que lo de la internación fue medio un
escondite, de grupo, que entró al hospital con otro nombre, por eso cuando fui
me costó encontrarla y sólo la pude ubicar por referencias, pero cuando me
dijeron que les juntó las cabezas a las enfermeras del turno noche no podía ser
otra que Nélida.
Y bueno, así es la
historia, nunca más vi a Nélida, ni yo, ni nadie, pero se ve que está todavía
fuerte como para parársele de manos a la vida, como decía ella. Por lo menos la
vida no la ha encontrado débil todavía, jaja, con todo lo que juntó por un
tiempo va a andar bien… En este round 10x9 para Nélida… Por ahora creo que va
ganando.
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