Disfrutar del espectáculo


Parece que muchos ya se avivaron de todo lo que tarda el semáforo de 12 y 51.
La vez pasada yo comentaba que saliendo con media hora de anticipación de mi casa, me había perdido una función de cine esperando que cambiara de rojo a verde, pero aparentemente, lo que a unos complica o los demora más de la cuenta, otros, como los limpiavidrios y vendedores, aprovechan este corte programado de tránsito para recaudar unos pesos.
Ahora, a los que si les viene bárbaro este tiempo de espera del cambio de luces de pare y siga, es a los muchachos y chicas que hacen malabares con los palos de circo en plena calle, delante de una platea improvisada de automovilistas impacientes, y que, además, también les permite, como a los limpiavidrios, ganarse unos mangos demostrando lo que saben hacer.
Muchos de ellos son unos artistas de excepción, sin exagerar.
Yo creo que con el tiempo que tarda en cambiar este semáforo que te decía, se podría hacer una función circense de casi 45 minutos tranquilamente, pero cómodo, comodísimo, lo único que se complicaría es en tener que armar y desarmar una carpa en tiempo récord en el medio de la calle, habría que llevar sogas para colgarse, estacionar los "semi" cerca de la plaza, etc. Está bien, si me apurás para tanto no creo que dé, pero casi casi.
Lo que si observo, es que estos pibes y pibas malabaristas, equilibristas, de a poco le van incorporando más y más producción a estos tradicionales espectáculos callejeros. Y te digo más, sin exagerar, que hay tiempo de sobra para hacer varios sketches, esperando el cambio de luces. Así que de a poco se va viendo un despliegue de alta calidad artística sobre la cebra peatonal: malabarismos con más de tres palos, con pelotitas, freestyle de fútbol, chicas haciendo figuras en el aire con telas de colores, etc. En fin, un abanico artístico variado, de todo tipo. Es para pararse y disfrutar del espectáculo, como decía el doctor Bilardo tomándose una copita de “Champagne/Gatorade” en el banco de suplentes de la cancha de River.
Pero lo que se vio ayer, a la tardecita/noche, en esta intersección que te hablaba, fue descomunal. Ni bien corta el semáforo vienen al toque seis muchachos con pelucas de colores y narices rojas de payasos e inmediatamente se disponen a hacer una pirámide 3-2-1. Entre todos se iban pasando los clásicos palos para malabares pero en este caso ¡prendidos fuego!, ¡Impresionante!, un espectáculo digno del Sarrasani en sus mejores épocas. La verdad es que venía caminando con las compras de Carrefour y me quedé maravillado y sorprendido al presenciar semejante demostración de habilidades, un lujazo y encima gratis. En un momento tuve que dejar las bolsas en el piso porque, y ya que andaba sin guita para poner en la gorra (venía arruinado del super), por lo menos tenía que regalarles un aplauso ante tamaña demostración de sincronización de movimientos de estos geniales artistas callejeros.
Satisfecho por lo visto, y aunque no había llegado a su fin todavía la rutina de esta gente, (se me estaba haciendo tarde para hacer la comida), me agaché a recoger de nuevo las bolsas de los mandados y me disponía a seguir mi camino mientras escuchaba a mis espaldas que la función seguía.
De pronto sentí una explosión, un ruido similar al de un choque de autos, no sé bien qué pasó, me di vuelta y lógicamente me di cuenta que lo que estaba viendo no formaba parte del espectáculo, sobre todo por la cantidad de fuego y por el tremendo ruido a chapa que se escuchó. Volví corriendo a ver que pasaba y parece, por lo que contaban aquellos que habían seguido observando el show, que el causante fue un palo prendido que no pudieron atajar a tiempo, a los muchachos de la pirámide se les empezaron a prender las pelucas de colores y se generó una llamarada descomunal, por lo que los tres pibes de la base, para no seguir quemándose, lograron zafarse de quienes estaban en sus hombros y el de la punta, el de arriba de todo, cayó como peso muerto sobre un 208. Fue tan fuerte el impacto que prácticamente moldeó la chapa con su cuerpo, el capot del Peugeot quedó como esas matrices que se usan para hacer las estatuas de tamaño real, hasta los dientes imprimió el flaco con semejante golpazo, incluso también volaron algunos palos encendidos que fueron a dar derechito al vidrio una Ecosport, y le astilló el parabrisas al instante, se desparramaron piedritas transparentes por el interior del coche y también por todo el asfalto.
Largué las bolsas y fui enseguida a ayudar, sobre todo al pibe prendido fuego que cayó de arriba de la pirámide y que, después de rebotar en el auto, quedó tendido de largo a largo sobre el macadam, me acerqué para asistirlo. Se armó una de corridas que parecía ese sketch viejo de Tinelli, la “Hecatombe de Pablo y Pachu” de “Deportes en el Recuerdo”, los conductores de los vehículos damnificados se bajaron hechos una furia buscando a los malabaristas, los de las pelucas encendidas corriendo entre los autos, los automovilistas de las líneas posteriores, que no estaban enterados de lo que pasó, a los bocinazos para que circulen, era una de toma y daca terrible, hasta yo terminé ligando un mamporro desde atrás cuando estaba tratando de apagarle la peluca al muchacho que cayó de la pirámide humana, que seguía mareado y ni sabía dónde estaba. Pero bueno, al final, con otro flaco más que se arrimó, mojándolo con un poco de agua de la cuneta, pudimos sofocar el fuego y sacársela para que no se le quemara la cabeza.
En un momento terminamos riéndonos con este otro muchacho que ayudaba, porque lo que no le pudimos sacar al pibe fue la nariz de plástico, se le había derretido puesta, pero de tal manera, que ahora, como se le estaba enfriando, no había forma de que zafara, le pegamos unos tirones y no hubo caso, así que le terminó quedando moldeada, como si fuera su propia nariz, pero bien roja. Nos reíamos de eso, no le dijimos nada, y cuando más o menos se recuperó y vio el quilombo que se había armado, se levantó y tocó por la Plaza para desaparecer entre la gente en menos de 2 segundos.
Al final, más que alguna quemadura, un parabrisas roto y un par de abollones, no pasó nada muy grave, casi una situación cómica, me reía solo mientras volvía a buscar las bolsas del súper que dejé en la vereda. Y en ese instante, en ese mismísimo instante, se me borró la sonrisa de la cara, me acordé de Sarrasani, y el circo ese de mierda que tenía, de los malabares, de los equilibristas, de los payasos, y de la reputísima madre que los recontra parió a todos los que les gustaba el circo, ¡me habían afanado todas las bolsas con las compras!, ¡no dejaron nada!!.
¡No me dejaron ni el Gatorade para brindar por el espectáculo!.

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